Hace aproximadamente seis meses las noticias registraron que en mayo de 2020, equipos especializados de observación del espacio detectaron un destello que, aunque llamativo, ni remotamente se llegó a tener idea de su trascendencia. Tres años después las investigaciones llevaron a concluir que el ser humano había presenciado la mayor explosión cósmica desde que existía en este planeta. Guardando las proporciones, algo similar a esto pasó en relación con el Ambiente Laboral.
¡Qué llamativa coincidencia en el tiempo! Con menos de dos meses de diferencia, en marzo de 2020 para ser más precisos, en Colombia fue forzoso el aislamiento originado por la pandemia. Hoy podemos decir, con toda confianza, que la forma cómo se valoraba el Ambiente Laboral hace tres años era muy diferente a cómo se hace hoy.
Lo que sucedió no deja de ser sorprendente. En un país con un desempleo persistentemente alto, en la mesa de negociación la balanza del poder entre los que emplean y quienes son empleados, se transfirió a estos últimos, particularmente en aquel segmento de la población que más atención concentra: quienes tienen mayor formación académica.
En efecto, una parte de este grupo concluyó que el trabajo le estaba representando unos costos que le parecían excesivos y no tuvieron reparo en terminar la relación de dependencia para efectuar cambios de vida muy significativos. Otros descubrieron, casi de forma fortuita, que el teletrabajo traía tales ventajas consigo que ya pasaba a ser esencial en su relación laboral. Y así como para unos esto se fue resolviendo de forma natural, otros sintieron que era imperativo cambiar de actividad para poder estar en una donde esto fuese posible.
Son historias que se han repetido tanto que parecen eventos ordinarios, sin mayor trascendencia. Sin embargo, el teletrabajo ha pasado a tener un impacto formidable en la forma cómo se percibe el Ambiente Laboral. Para quienes se desenvuelven en este, la opinión sobre su empleador se disparó de tal manera que ya está en un nivel diferente que no se puede ni siquiera comparar con la que se recoge de los colaboradores presenciales.
Pasó a ser entonces,una categoría distinta. Esto tiene varias implicaciones. La primera de ellas: es muy probable que la oferta de profesionales para los trabajos presenciales esté cayendo de forma significativa, lo cual repercutiría en mayores costos de búsqueda, selección y contratación para las organizaciones y también en menor talento disponible.
Esta historia ya la vivió el campo. Los jóvenes de hoy sienten que el trabajo en el campo es muy duro y que el costo que este representaría sería excesivo en sus vidas. Este éxodo del campo a la ciudad ha tenido una gran incidencia en el valor que puede crearse en él. Tal vez esta comparación muchos lectores la consideren excesiva pero no hay duda de que los trabajos presenciales han perdido atractivo sobre todo para los más jóvenes.
A su vez, en las organizaciones que tienen trabajos presenciales y modelos híbridos, podría comenzar a sentirse que quienes se desenvuelven en estos últimos gozan de privilegios que quienes lo hacen en los primeros, no tienen. Si algo es dañino para el buen Ambiente Laboral es la percepción de que existen unos que son privilegiados y otros que llevan un peso mayor sobre sus espaldas. Parece fácil explicar que no existe ninguna intención de favorecer a unos a costa de otros pero es muy probable que estos argumentos se los llevará el viento y que se irá construyendo un imaginario distinto.
Por otro lado, quienes decidieron su formación académica superior hace cinco y más años, habrán evaluado muchas cosas pero difícilmente sí podrían desenvolverse en la vida, teletrabajando. Al fin de cuentas esta modalidad antes del Covid-19 era una rareza.
Hoy es tan común y su impacto tan significativo que algunas formaciones que se asocian con trabajos presenciales podrían haber perdido atractivo, lo cual apenas comenzaríamos a ver dentro de unos años cuando se advierta que la oferta de profesionales en ciertas áreas de conocimiento es sustancialmente más baja que la actual.
¿Y en el Ambiente Laboral? Las diferencias de opiniones son tan marcadas entre quienes trabajan de forma presencial y quienes no lo hacen, que sería un grave error dejar esto de lado. Aun así, lo que se concluye no deja de producir cierta incomodidad: quienes teletrabajan muestran un mayor nivel de compromiso y experimentan un mejor Ambiente Laboral que quienes no lo hacen. La paradoja detrás de esto recuerda a Neruda: “Me gusta cuando callas porque estás como ausente...”.
En fin. El teletrabajo plantea un nuevo reto para la gestión de personas, ya de por sí compleja como todo lo humano. Y esta complejidad también toca a la preparación de las listas de Los Mejores Lugares para trabajar en el país. Por fortuna, los recursos técnicos disponibles permiten elaborarlas aislando en muy buena medida la influencia de la modalidad de trabajo. Sin embargo no se puede desconocer que existe una preferencia muy alta por el trabajo a
distancia.